viernes, 13 de marzo de 2015

TEXTOS DE TEATRO ESPAÑOL: ANTERIOR Y POSTERIOR A 1939

1. ANTERIOR A 1939

1.1. "La venganza de don Mendo"

MENDO.– (Irónico.) ¿Con la verdad disteis?

MONCADA.– Di.

MENDO.– ¡Pues suerte tuvisteis!

MONCADA.– ¡Oh!

MENDO.– ¿Y si os engañasteis?

MONCADA.– ¡No!

MENDO.– ¿Estais bien seguro?

MONCADA.– ¡Sí!

MENDO.– ¿Acaso visteis?...

MONCADA.– ¡Lo vi!

MENDO.– ¿Y sabéis que yo?...

 MONCADA.– ¡Lo sé!

MENDO.– ¿Pero cómo?...

MONCADA.– Os lo diré: mas por Dios tranquilizaos.

MENDO.– Estoy tranquilo. Sentaos.

MONCADA.– Muchas gracias.


MENDO.– No hay de qué. (Se sientan los dos. Pausa )



2.2. "Luces de bohemia

MAX.-Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey Apis. Lo torearemos.

DON LATINO.-Me estás asustando. Debías dejar esa broma.

MAX.-Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.

DON LATINO.- ¡Estás completamente curda!

MAX.-Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.

DON LATINO.-¡Miau! ¡Te estás contagiando!

MAX.-España es una deformación grotesca de la civilización europea.

DON LATINO.-¡Pudiera! Yo me inhibo.

MAX.-Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.

DON LATINO.-Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.

MAX.-Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.

DON LATINO.- ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!

MAX.-Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.

DON LATINO.-Nos mudaremos al callejón del Gato.



2. POSTERIOR A 1939

2.1. "Tres sombreros de copa"

PAULA. ¡Te casas, Dionisio!

DIONISIO. Sí. Me caso, pero poco…

PAULA. ¿Por qué no me lo dijiste…?

DIONISIO. No sé. Tenía el presentimiento de que casarse era ridículo… ¡Que no me debía casar…! Ahora veo que no estaba equivocado… Pero yo me casaba, porque yo me he pasado la vida metido en un pueblo pequeñito y triste y pensaba que para estar alegre había que casarse con la primera muchacha que, al mirarnos, le palpitase el pecho de ternura… Yo adoraba a mi novia… Pero ahora veo que en mi novia no está la alegría que yo buscaba… A mi novia tampoco le gusta ir a comer cangrejos frente al mar, ni ella se divierte haciendo volcanes en la arena… Y ella no sabe nadar… Ella, en el agua, da gritos ridículos… Hace así: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!» [...] 

DIONISIO. ¡Yo haré algo extraordinario para poder ir contigo!… ¡Siempre me has dicho que soy un muchacho muy maravilloso!…

PAULA. Y lo eres. Eres tan maravilloso, que dentro de un rato te vas a casar, y yo no lo sabía…

DIONISIO. Aún es tiempo. Dejaremos todo esto y nos iremos a Londres…

PAULA. ¿Tú sabes hablar inglés?

DIONISIO. No. Pero nos iremos a un pueblo de Londres. La gente de Londres habla inglés porque todos son riquísimos y tienen mucho dinero para aprender esas tonterías. Pero la gente de los pueblos de Londres, como son más pobres y no tienen dinero para aprender esas cosas, hablan como tú y como yo… ¡Hablan como en todos los pueblos del mundo!… ¡Y son felices!…

2.2. "Historia de una escalera"

FERNANDO, HIJO: ¡Sí puede ser! No te dejes vencer por su sordidez. ¿Qué puede haber de común entre ellos y nosotros? ¡Nada! Ellos son viejos y torpes. No comprenden... Yo lucharé para vencer. Lucharé por ti y por mí. Pero tienes que ayudarme, Carmina. Tienes que confiar en mí y en nuestro cariño.

CARMINA, HIJA: ¡No podré!

FERNANDO, HIJO: Podrás. Podrás... porque yo te lo pido. Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta años subiendo y bajando esta escalera... Haciéndose cada día más mezquinos y más vulgares. Pero nosotros no nos dejaremos vencer por este ambiente. ¡No! Porque nos marcharemos de aquí. Nos apoyaremos el uno en el otro. Me ayudarás a subir, a dejar para siempre esta casa miserable, estas broncas constantes, estas estrecheces. Me ayudarás, ¿verdad? Dime que sí, por favor. ¡Dímelo!


CARMINA, HIJA: ¡Te necesito, Fernando! ¡No me dejes!

[...]
FERNANDO, HIJO: Sí, Carmina. Aquí sólo hay brutalidad e incomprensión para nosotros. Escúchame. Si tu cariño no me falta, emprenderé muchas cosas. Primero me haré aparejador. ¡No es difícil! En unos años me haré un buen aparejador. Ganaré mucho dinero y me solicitarán todas las empresas constructoras. Para entonces ya estaremos casados... Tendremos nuestro hogar, alegre y limpio..., lejos de aquí. Pero no dejaré de estudiar por eso. ¡No, no, Carmina! Entonces me haré ingeniero. Seré el mejor ingeniero del país y tú serás mi adorada mujercita...


CARMINA, HIJA: ¡Fernando! ¡Qué felicidad!... ¡Qué felicidad!


FERNANDO, HIJO: ¡Carmina!




2.3. "Eloísa está debajo de un almendro"

SEÑORA- Es lo que yo digo: que hay gente muy mala por el mundo...

AMIGO- Muy mala, señora Gregoria.

SEÑORA- Y que a perro flaco to son pulgas.

AMIGO- También.

MARIDO- Pero, al fin y al cabo, no hay mal que cien años dure, ¿no cree usté?

AMIGO- Eso, desde luego. Como que después de un día viene otro, y Dios aprieta, pero no ahoga.

MARIDO- ¡Ahí le duele! Claro que agua pasá no mueve molino, pero yo me asocié con el Melecio por aquello de que más ven cuatro ojos que dos y porque lo que uno no piensa se le ocurre al otro. Pero de casta le viene al galgo ser rabilargo: el padre de Melecio siempre ha sido de los de quítate tú pa ponerme yo, y de tal palo tal astilla, y genio y figura hasta la sepultura. Total: que el tal Melecio empezó a asomar la oreja, y yo a darme cuenta, porque por el humo se sabe dónde está el fuego.

AMIGO-Que lo que ca uno vale a la cara le sale.

SEÑORA- Y que antes se pilla a un embustero que a un cojo.

MARIDO- Eso es. Y como no hay que olvidar que de fuera vendrá quien de casa te echará, yo me dije digo: "Hasta aquí hemos llegao; se acabó lo que se daba; tanto va el cántaro a la fuente que al fin se rompe; ca uno en su casa y Dios en la de tos; y a mal tiempo buena cara y pa luego es tarde, que reirá mejor el que ría el último".

SEÑORA- Y los malos ratos pásalos pronto.

MARIDO- ¡Cabal! Conque le abordé al Melecio porque los hombres hablando se entienden, y le dije: "Las cosas claras y el chocolate espeso; esto pasa de castaño oscuro, así que cruz y raya y tu por un lao y yo por otro; ahí te quedas, mundo amargo, y si te he visto no me acuerdo". ¿Y qué le parece que hizo él?

AMIGO- ¿El qué?

MARIDO- Pues contestarme con un refrán.

AMIGO- ¿Que le contestó a usté con un refrán?

SEÑORA- ¡¡ Con un refrán, señor Eloy !!

AMIGO- ¡Ay, qué tío más cínico!

MARIDO- ¿Qué le parece?

SEÑORA- ¿Será sinvergüenza?

AMIGO- Hombre, ese tío es un canalla capaz de tó.

2.4. "Picnic"

Zapo. Bueno, ¿y qué hacemos ahora con el prisionero? 

Sra. Tepán. Lo podemos invitar a comer. ¿Te parece?


Sr. Tepán. Por mí no hay inconveniente 


Zapo, a Zepo. ¿Qué? ¿Quiere comer con nosotros? 


Zepo. Pues... 


Sr. Tepán. Hemos traído un buen tintorro 


Zepo. Si es así, bueno. 


Sr. Tepán. Usted haga como si estuviera en casa. Pídanos lo que quiera. 


Zepo. Bueno 


Sr. Tepán. ¿Qué? ¿Y usted, ha matado a muchos? 


Zepo. ¿Cuándo?


Sr. Tepán. Pues estos días. 


Zepo. ¿Dónde? 


Sr. Tepán. Pues en esto de la guerra. 


Zepo. No mucho. He matado poco. Casi nada. 


Sr. Tepán. ¿Qué es lo que ha matado más, caballos enemigos o soldados? 


Zepo. No, caballos no. No hay caballos. 


Sr. Tepán. ¿Y soldados? 


Zepo. A lo mejor. 


Sr. Tepán. ¿A lo mejor? ¿Es que no está seguro?


Zepo. Sí, es que disparo sin mirar. (Pausa). De todas formas, disparo muy poco. Y cada vez que disparo, rezo un Avemaría por el tío que he matado. 


Sr. Tepán. ¿Un Avemaría? Yo creí que rezaría un Padrenuestro. 


Zepo. No. Siempre un Avemaría. (Pausa). Es más corto.


Sr. Tepán. Ánimo, hombre. Hay que tener más valor.


Sra. Tepán, a Zepo. Si quiere usted, le soltamos las ligaduras.


Zepo. No, déjelo, no tiene importancia. 


Sr. Tepán. No vaya usted ahora a andar con vergüenza con nosotros. Si quiere que le soltemos las ligaduras, díganoslo. 


Sra. Tepán. Usted póngase lo más cómodo que pueda. 


Zepo. Bueno, si se ponen así, súeltenme las ligaduras. Pero sólo se lo digo por darles gusto





No hay comentarios:

Publicar un comentario