A
principios del siglo XX se percibe en la narrativa hispanoamericana la huella
del Modernismo; la prosa modernista encuentra su vehículo de expresión
predilecto en el cuento,
probablemente por la proliferación de periódicos en América. El mismo Rubén Darío, además de las prosas
poéticas incluidas en Azul,
es autor de diversos libros en prosa y de valiosos cuentos de tema fantástico.
La atracción por lo decadente y el gusto por un estilo preciosista se advierten
en los relatos de numerosos escritores hispanoamericanos: los más conocidos
actualmente son Leopoldo
Lugones y Horacio Quiroga.
La literatura hispanoamericana comienza a adquirir un acento propio, independiente de la literatura española. Estas son las tendencias más destacadas en los géneros narrativos de la novela y el cuento:
LA NOVELA DE LA TIERRA
La búsqueda de la identidad nacional en
los países americanos independizados de la metrópoli a lo largo del siglo XIX
lleva a buscar las esencias de lo americano en el folclore y las costumbres
tradicionales. Esta tendencia se acentúa cuando el Modernismo entra en
decadencia y da lugar a un tipo de relatos que se detienen en las
peculiaridades de las distintas regiones americanas (por eso se habla también,
en relación con estas obras, de novela regionalista). El tema
común suele ser el intento del hombre de dominar la todopoderosa naturaleza
americana, lucha que alcanza en ocasiones proporciones de epopeya.
Destacan, dentro
de esta corriente, el venezolano Rómulo
Gallegos y su obra Doña Bárbara (1929); el colombiano José Eustasio Rivera y su novela La vorágine (1924), situada en una Amazonia
implacable que destruye a los seres humanos; y el argentino Ricardo Güiraldes, cuya obra Don Segundo Sombra (1926) es modelo de la literatura
gauchesca en prosa, como lo fue en poesía Martín
Fierro.
La novela indigenista,
por su parte, es un tipo de novela social, reivindicativa, que plantea la
problemática de la marginación y explotación del indio americano.
Principales obras: Raza de
bronce (1919) del boliviano Alcides Arguedas, Huasipungo (1934) del ecuatoriano Jorge Icaza y El
mundo es ancho y ajeno (1941)
del peruano Ciro Alegría.
SUPERACIÓN DEL REALISMO: “EL REALISMO MÁGICO”.
A partir de
1940 la narrativa hispanoamericana se enriquece de forma inusitada. Los
múltiples caminos seguidos revelan la asimilación de los procedimientos
técnicos de los grandes novelistas europeos y norteamericanos, así como de
las audacias estéticas que habían supuesto las vanguardias y, en
particular, el Surrealismo. Este profundo cambio en la narrativa
coincide con una época de transformaciones profundas en la vida social de los
países americanos, con un espectacular crecimiento de las grandes ciudades y
una realidad que cada vez está más lejos del mundo rural poscolonial del siglo
XIX.
La novela
hispanoamericana de la segunda mitad de siglo muestra como característica más
llamativa la ruptura con el realismo tradicional, ruptura que se
manifiesta en la aparición de elementos míticos, legendarios, mágicos,
fantásticos, etc. Pero las narraciones siguen manteniendo una trama
verosímil. Por eso, se han utilizado para denominar estos relatos expresiones
que unen términos contradictorios: realismo mágico o, como prefiere Alejo Carpentier, lo real maravilloso. Según el novelista cubano,
la realidad americana, muy diferente de la europea, tanto en su diversa y
majestuosa naturaleza, como en la vida y costumbres de los pueblos indios
o de los negros de origen africano, muestra perspectivas e ingredientes
difícilmente racionalizables para una mentalidad occidental.
Autores y obras de este
periodo:
Miguel Ángel Asturias (1899-1974), guatemalteco y premio Nobel en 1967. Su obra
maestra, El señor
Presidente (1946), es una
novela de dictador en la línea de Tirano
Banderas de Valle Inclán y
una denuncia política de la arbitraria utilización del poder. Otra novela suya, Hombres de maíz (1949), trata el mundo indígena de
forma mítica y poética.
Alejo Carpentier (1904-1980), cubano, es uno de los máximos maestros de la
prosa castellana por la riqueza y perfección de su estilo. Cultiva en muchas
obras el realismo mágico (que él llama lo real maravilloso), junto a
complejas estructuras narrativas. De su producción podemos destacar El reino de este mundo (1949), que describe las
sublevaciones negras en Haití; Los
pasos perdidos (1953),
alucinante viaje de un musicólogo al corazón de la selva en busca de la
autenticidad de lo primitivo. Y, por último, El
siglo de las luces (1962),
que recrea la Revolución francesa en Las Antillas, mezclando historia y ficción
junto con una compleja reflexión sobre la revolución y el poder.
Jorge Luis Borges (1899-1986), argentino, cuyas narraciones renuevan el
tratamiento del cuento en lengua española con libros como Historia universal de la infamia (1935), Ficciones
(1944) o El Aleph (1949), en los que propone indagar
en abstracciones como la unidad y la pluralidad del hombre, el eterno retorno y
el tiempo, la eternidad, el enfrentamiento entre el interior del hombre y la
realidad exterior, etc.
Juan Rulfo (1918-1986), mejicano y uno de los narradores que, pese a su
corta producción, más ha influido en las siguientes generaciones. Los cuentos
reunidos en El llano en
llamas (1953) y la novela
corta Pedro Páramo (1955) son suficientes para dar una
visión irrepetible del mundo. Rulfo pasa de lo real a lo fantástico de un modo
magistral y poético, al presentar una historia que es, al mismo tiempo, una
denuncia de la injusticia y una intensa expresión del mito, la magia, y de la
fusión del pasado y el presente, del mundo de los muertos y de los vivos, de la
realidad y de la alucinación.
EL “BOOM ” HISPANOAMERICANO.
Durante los
años 60 se produce la difusión internacional de la narrativa de este
continente. Se habló, por ello, del “boom” de la narrativa hispanoamericana. El
creciente interés por los textos de estos escritores se ha explicado por la
presencia en Europa de bastantes de ellos, en exilio voluntario o forzoso, lo
que les permitió tener más fácil el acceso al potente mundo editorial europeo.
De modo general,
se puede decir que los nuevos novelistas han asimilado las innovaciones
técnicas que se habían producido en la novela universal a lo largo del siglo XX
(Proust, Joyce, Kafka o Faulkner). Y, por supuesto, son deudores directos de la
tradición narrativa hispanoamericana anterior, por lo que las obras de algunos
de ellos han sido consideradas la culminación del realismo mágico.
Autores y obras:
Julio Cortázar (1914-1984), argentino. Considerado, junto a Borges, como el
renovador del cuento, se inclina por el relato fantástico partiendo de
anécdotas insólitas dentro de la vida cotidiana, como en Final de juego (1956), Las armas secretas (1959) o Historias de Cronopios y de Famas (1962). Rayuela (1962) es una novela compleja,
de capítulos intercambiables y varios niveles de lectura, un texto lleno de
audacias experimentales que intenta expresar el desasosiego frente a los
interrogantes de la existencia.
Juan Carlos Onetti (1909-1999), uruguayo, presenta un mundo subjetivo, lleno de
obsesiones y de personajes atormentados. Sus dos obras maestras, El astillero (1961) y Juntacadáveres (1964), ofrecen un universo cerrado y
asfixiante de absurdo existencial, con numerosos puntos de vista narrativos.
Carlos Fuentes (1928), mejicano, tal vez el más experimentalista de todos
(junto con Cortázar), emplea un sistemático entrecruzamiento de planos
temporales, sin olvidar los problemas sociales de su país, en La muerte de Artemio Cruz (1962) o Cambio de piel (1966).
Mario Vargas Llosa (1936), peruano, alterna la novela de técnicas renovadoras
con las de carácter más tradicional. Entre las primeras, destacan La ciudad y los perros (1962), narración de denuncia
antimilitarista, y en cierto modo, testimonial de su estencia como interno en
un colegio militar, y La casa
verde (1966). Entre las
segundas, su obra maestra, Conversación
en la catedral (1969),
novela política en la que, mediante el diálogo de dos personas que repasan sus
recuerdos, se analiza la situación social y las maniobras del poder.
Gabriel García Márquez (1928), colombiano, premio Nobel en 1982, es mundialmente
famoso por Cien años
de soledad (1967), donde
el “realismo mágico” llega a su plena madurez: cuenta la
historia de la familia Buendía en un lugar mítico, Macondo, fundiendo la
realidad con el mito y la fantasía; García Márquez construye una alegoría de la
historia de Hispanoamérica y del mundo desde la creación y el caos hasta la
nada, con el trasfondo de la soledad y el aislamiento, y tomando como
referencia la estructura de los mitos bíblicos. Otras importantes novelas suyas
son: El coronel no tiene
quien le escriba (1958), Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos del
cólera (1985).
ÚLTIMAS TENDENCIAS.
La narrativa
hispanoamericana posterior al “boom” se
caracteriza, como en el resto de Occidente, por la variedad de tendencias.
Decrece la opción experimentalista, tanto en los autores nuevos como en los del
“boom” que siguen en
activo, y se eligen discursos narrativos más sencillos, ya sea para dar una
visión de la realidad social y política, para revisar el pasado, para narrar
historias más íntimas y personales o para presentar otras perspectivas de la
realidad, en las que con frecuencia no falta el humor.
Autores: Antonio Skármeta, Álvaro Mutis,
Roberto Bolaño, Isabel Allende, Reinaldo Arenas y Sergio Pitol.
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