- Entre 1843 y 1868 se extiende el reinado de Isabel II, que termina con La Gloriosa. Se inicia entonces un periodo revolucionario en el que se suceden el reinado de Amadeo I de Saboya, la Primera República y la Restauración de la monarquía con Alfonso XII, tras el pronunciamiento de Martínez Campos. En 1885 se inicia la Regencia de María Cristina. En América, España pierde Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898 (el desastre del 98), y desaparece el imperio colonial.
- Se produce cierto crecimiento de la banca, de la industria y del comercio, pero los beneficios no terminan de llegar al pueblo, por lo que aparecen los primeros movimientos obreros. La población crece, aunque sigue siendo eminentemente rural. Se concibe la educación como una herramienta de regeneración del país, y, en su desarrollo, influye el krausismo, difundido por Julián Sanz del Río y por Francisco Giner de los Ríos, fundador de la Institución Libre de Enseñanza, así como por Joaquín Costa, Galdós o Clarín.
2. CONTEXTO LITERARIO
- El Realismo: corriente literaria que sustituye la imaginación, el subjetivismo y la evasión propias del Romanticismo, por la observación de la realidad cotidiana. La novela se convierte en el género predilecto, en ella se ciuda, especialmente, la verosimilitud. El estilo se vuelve minucioso, detallado, y los novelistas experimentan con nuevas técnicas, como el estilo indirecto libre o la novela dialogada.
Los escritores españoles están influidos por los europeos: Sthendal (Rojo y Negro), Dickens (Oliver Twist) , Honoré de Balzac (Comedia humana) y Flaubert (Madame Bovary)
- El Naturalismo: a finales del XIX se desató una polémica entre intelectuales y escritores sobre qué es el Naturalismo creado por el francés Èmile Zola, y Emilia Pardo Bazán decide publicar una recopilación de artículos, La cuestión palpitante, en la que defiende el movimiento.
Zola pretendía aplicar a la literatura el método experimental de Claude Bernard, especialmente en lo referente al determinismo biológico. Elegía personajes y ambientes sórdidos y los describía con un detallismo exhaustivo.
3. LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA. AUTORES.
3.1. Autores realistas
- Pedro Antonio de Alarcón: El sombrero de tres picos, El Niño de la Bola.
- Juan Valera: Pepita Jiménez, Juanita la Larga
- José María de Pereda: Sotileza, Peñas arriba
- BENITO PÉREZ GALDÓS
2. CONTEXTO LITERARIO
- El Realismo: corriente literaria que sustituye la imaginación, el subjetivismo y la evasión propias del Romanticismo, por la observación de la realidad cotidiana. La novela se convierte en el género predilecto, en ella se ciuda, especialmente, la verosimilitud. El estilo se vuelve minucioso, detallado, y los novelistas experimentan con nuevas técnicas, como el estilo indirecto libre o la novela dialogada.
Los escritores españoles están influidos por los europeos: Sthendal (Rojo y Negro), Dickens (Oliver Twist) , Honoré de Balzac (Comedia humana) y Flaubert (Madame Bovary)
- El Naturalismo: a finales del XIX se desató una polémica entre intelectuales y escritores sobre qué es el Naturalismo creado por el francés Èmile Zola, y Emilia Pardo Bazán decide publicar una recopilación de artículos, La cuestión palpitante, en la que defiende el movimiento.
Zola pretendía aplicar a la literatura el método experimental de Claude Bernard, especialmente en lo referente al determinismo biológico. Elegía personajes y ambientes sórdidos y los describía con un detallismo exhaustivo.
3. LA NOVELA REALISTA Y NATURALISTA. AUTORES.
3.1. Autores realistas
- Pedro Antonio de Alarcón: El sombrero de tres picos, El Niño de la Bola.
- Juan Valera: Pepita Jiménez, Juanita la Larga
- José María de Pereda: Sotileza, Peñas arriba
- BENITO PÉREZ GALDÓS
Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. A
los diecinueve años se marchó a Madrid a cursar Derecho, pero abandonó
los estudios para dedicarse al periodismo y a la literatura. Su calidad
literaria y su laborioso trabajo lo convierten en el autor más
importante de su tiempo. La situación política española lleva a Galdós a
unirse a los republicanos, en cuyas filas es elegido diputado en 1907;
en 1909 es co-presidente de la Conjunción Republicano-Socialista
junto a Pablo Iglesias. Sus últimos años son difíciles: en 1912 fracasa
su candidatura al Premio Nobel por la oposición beligerante de los
conservadores españoles; con su salud ya quebrantada, se ve obligado a
dictar sus últimas obras porque se está quedando ciego. Postrado por la
enfermedad y agobiado por las dificultades económicas, muere en Madrid
en 1920.
“EPISODIOS NACIONALES”: Constituidos
por cuarenta y seis novelas dispuestas en cinco series de diez
episodios cada una (excepto la última, que quedó inacabada con solo
seis), pretenden reconstruir de forma novelada la historia del siglo XIX
español. Los
“Episodios”
son un intento de entender desde la literatura los conflictos que
dividen la sociedad española desde la que novela Galdós, quien acude a la Historia
para explicar su propio presente y las convulsiones político-sociales
que siguen al derrocamiento de la monarquía borbónica en 1868.
LAS NOVELAS GALDOSIANAS
A) Primeras novelas: Publicadas
durante la década de los setenta, casi todas son novelas de tesis en
las que se contraponen dos ideologías, conservadora y liberal. Faldós no
oculta sus simpatías por la España liberal, y la intención didáctica de las obras es explícita. Títulos de esta época son “La Fontana de Oro”, “Doña Perfecta”, “Gloria”, “Marianela” y “La familia de León Roch”.
B) Novelas españolas contemporáneas: Así llamó Galdós a las novelas que publicó a partir de “La desheredada”
(1881). Esta magnífica obra, influida en parte por las ideas
naturalistas de Zola, no presenta ya de forma elemental acciones y
personajes, sino que estos son fruto ahora de una cuidada evolución
psicológica. Algunas otras novelas de este periodo son “El amigo Manso”, “La de Bringas”, “Miau”. Todas
estas obras analizan con maestría el mundo de la clase media.
La visión galdosiana de esta sociedad burguesa se plasma genialmente en “Fortunata y Jacinta” (1886-1887), su obra más ambiciosa. Se trata de una novela extensa y cuidadosamente construida, que desarrolla, sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa vida social madrileña entre 1873 y 1876, entrelazando calculadamente los elementos de ficción y los históricos.
La visión galdosiana de esta sociedad burguesa se plasma genialmente en “Fortunata y Jacinta” (1886-1887), su obra más ambiciosa. Se trata de una novela extensa y cuidadosamente construida, que desarrolla, sobre la base de diversos triángulos amorosos, la convulsa vida social madrileña entre 1873 y 1876, entrelazando calculadamente los elementos de ficción y los históricos.
"Isidorita Rufete, ¿conoces tú el equilibrio de sentimientos, el ritmo suave de un vivir templado,
deslizándose entre las realidades comunes de la vida, las ocupaciones y los intereses? ¿Conoces este ritmo que es como el pulso del hombre sano? No; tu espíritu está siempre en estado de fiebre. Las exaltaciones fuertes no cesan en ti sino resolviéndose en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas. ¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? Sí; antes perderás la vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea. Pero deja al tiempo y a los Tribunales que resuelvan esto, y no te atormentes, construyendo en tu espíritu una segunda vida ilusoria y fantástica. Ten paciencia, no te anticipes a la realidad; no te trabajes interiormente; no saborees con falsificada
sensibilidad goces de que están privados tus sentidos. Miquis te ha dicho, bien lo sabes, que eso es un vicio, un puro vicio, como tantos otros hábitos repugnantes, como la embriaguez o el juego, y de ese vicio nace una verdadera enfermedad. El pensamiento se pone malo, como las muelas y el pulmón, y ¡ay de ti si llegas a un estado morboso que te impida disfrutar luego de la realidad lo que ahora quieres gozar, en sueños, contraviniendo a las leyes del tiempo y del sentido común! [...] Voz de la conciencia de Isidora o interrogatorio indiscreto del autor, lo escrito vale"
deslizándose entre las realidades comunes de la vida, las ocupaciones y los intereses? ¿Conoces este ritmo que es como el pulso del hombre sano? No; tu espíritu está siempre en estado de fiebre. Las exaltaciones fuertes no cesan en ti sino resolviéndose en depresiones terribles, y tu alegría loca no cede sino ahogándose en tristezas amargas. ¿Persistes en creerte de la estirpe de Aransis? Sí; antes perderás la vida que la convicción de tu derecho. Bien; sea. Pero deja al tiempo y a los Tribunales que resuelvan esto, y no te atormentes, construyendo en tu espíritu una segunda vida ilusoria y fantástica. Ten paciencia, no te anticipes a la realidad; no te trabajes interiormente; no saborees con falsificada
sensibilidad goces de que están privados tus sentidos. Miquis te ha dicho, bien lo sabes, que eso es un vicio, un puro vicio, como tantos otros hábitos repugnantes, como la embriaguez o el juego, y de ese vicio nace una verdadera enfermedad. El pensamiento se pone malo, como las muelas y el pulmón, y ¡ay de ti si llegas a un estado morboso que te impida disfrutar luego de la realidad lo que ahora quieres gozar, en sueños, contraviniendo a las leyes del tiempo y del sentido común! [...] Voz de la conciencia de Isidora o interrogatorio indiscreto del autor, lo escrito vale"
"La desheredada"
C) Últimas novelas:
La crisis de la estética realista y el interés por buscar nuevos cauces
expresivos se manifiestan claramente en sus novelas desde 1889. De este
periodo son “La incógnita”, “Realidad”, “Ángel Guerra”, “Tristana”, la tetralogía que tiene por protagonista al usurero Torquemada, “Nazarín”, “Misericordia”, “El caballero encantado”. En
todas ellas ensaya originales procedimientos narrativos: novelas
dialogadas, narraciones epistolares, introducción de elementos
fantásticos, sueños, símbolos, etc. En algunas es también visible la
influencia del espiritualismo en la novela finisecular europea.
3.2. Autores naturalistas
- Emilia Pardo Bazán: Los pazos de Ulloa, La sirena negra
- LEOPOLDO ALAS CLARÍN
- Emilia Pardo Bazán: Los pazos de Ulloa, La sirena negra
- LEOPOLDO ALAS CLARÍN
Aunque destaca por sus cuentos (¡Adiós, Cordera!, Pipá) o por su segunda novela Su único hijo, la obra maestra de Clarín es “La Regenta” (1885), que
se encuadra dentro de dos modelos típicos de la novela realista: la
novela de adulterio y la novela de sacerdote.
Los
protagonistas son dos: Ana Ozores y el Magistral, Fermín
de Pas. Ambos personajes tienen en común su desclasamiento: ella, hija
de un aristócrata liberal, acaba como esposa del viejo regente de la Audiencia,
y añora la madre que no tuvo y un hijo que no tendrá; él, de
humildísima procedencia y sometido a la férrea voluntad de su madre,
está escalando a los más altos puestos de poder. El tercer personaje en importancia es Álvaro Mesía,
dirigente liberal de la provincia y tenorio por excelencia de la misma.
Pero, en el fondo, la auténtica protagonista de la novela es la
hipócrita sociedad provinciana: Clarín refleja en Vetusta (nombre
literario de Oviedo) las mezquindades y frustraciones de la sociedad
española de la Restauración.
En cuanto a la técnica novelística, el narrador, en consonancia con los principios
naturalistas, se distancia de sus personajes y deja que ellos mismos
vayan construyendo sus historias particulares mediante el uso del estilo
indirecto libre.
https://www.youtube.com/watch?v=qbXYmX4A9ZA
"Ana corrió con mucho cuidado las colgaduras granate, como si alguien pudiera verla desde el tocador. Dejó caer con negligencia su bata azul con encajes crema, y apareció blanca toda, como se la figuraba don Saturno poco antes de dormirse, pero mucho más hermosa que Bermúdez podía representársela. Después de abandonar todas las prendas que no habían de acompañarla en el lecho, quedó sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos, pequeños y rollizos en la espesura de las manchas pardas. Un brazo desnudo se apoyaba en la cabeza algo inclinada, y el otro pendía a lo largo del cuerpo, siguiendo la curva graciosa de la robusta cadera. Parecía una impúdica modelo olvidada de sí misma en una postura académica impuesta por el artista. Jamás el Arcipreste, ni confesor alguno había prohibido a la Regenta esta voluptuosidad de distender a sus solas los entumecidos miembros y sentir el contacto del aire fresco por todo el cuerpo a la hora de acostarse. Nunca había creído ella que tal abandono fuese materia de confesión.
- Armando Palacio Valdés y Vicente Blasco Ibáñez: Cañas y barro, La Barraca
https://www.youtube.com/watch?v=qbXYmX4A9ZA
"Ana corrió con mucho cuidado las colgaduras granate, como si alguien pudiera verla desde el tocador. Dejó caer con negligencia su bata azul con encajes crema, y apareció blanca toda, como se la figuraba don Saturno poco antes de dormirse, pero mucho más hermosa que Bermúdez podía representársela. Después de abandonar todas las prendas que no habían de acompañarla en el lecho, quedó sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos, pequeños y rollizos en la espesura de las manchas pardas. Un brazo desnudo se apoyaba en la cabeza algo inclinada, y el otro pendía a lo largo del cuerpo, siguiendo la curva graciosa de la robusta cadera. Parecía una impúdica modelo olvidada de sí misma en una postura académica impuesta por el artista. Jamás el Arcipreste, ni confesor alguno había prohibido a la Regenta esta voluptuosidad de distender a sus solas los entumecidos miembros y sentir el contacto del aire fresco por todo el cuerpo a la hora de acostarse. Nunca había creído ella que tal abandono fuese materia de confesión.
Abrió el lecho. Sin mover los pies, dejose caer de
bruces sobre aquella blandura suave con los brazos
tendidos. Apoyaba la mejilla en la sábana y tenía los ojos muy
abiertos. La deleitaba aquel placer del tacto que corría
desde la cintura a las sienes.
-«¡Confesión
general!» -estaba pensando-. Eso es la historia
de toda la vida. Una lágrima asomó a sus ojos, que
eran garzos, y corrió hasta mojar la sábana.
Se acordó de que no
había conocido a su madre. Tal vez de esta
desgracia nacían sus mayores pecados.
«Ni madre ni hijos".
"Uno
de los recreos solitarios de don Fermín de Pas consistía
en subir a las alturas. Era montañés, y por instinto
buscaba las cumbres de los montes y los campanarios de las
iglesias. En todos los países que había visitado había
subido a la montaña más alta, y si no las había, a la más
soberbia torre. No se daba por enterado de cosa que no
viese a vista de pájaro, abarcándola por completo y desde
arriba. Cuando iba a las aldeas acompañando al Obispo en su visita,
siempre había de emprender, a pie o a caballo, como se pudiera,
una excursión a lo más empingorotado. En la provincia,
cuya capital era Vetusta, abundaban por todas partes montes
de los que se pierden entre nubes; pues a los más arduos y
elevados ascendía el Magistral, dejando atrás al más
robusto andarín, al más experto montañés. Cuanto más subía
más ansiaba subir; en vez de
fatiga sentía fiebre que les daba
vigor de acero a las piernas y aliento de fragua a los pulmones.
Llegar a lo más alto era un triunfo voluptuoso para De Pas.
Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano,
contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes,
imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un
águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos,
enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde
arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se
procuraba siempre que podía. Entonces sí que en sus
mejillas había fuego y en sus ojos dardos. En Vetusta no
podía saciar esta pasión; tenía que contentarse con subir
algunas veces a la torre de la catedral".
- Armando Palacio Valdés y Vicente Blasco Ibáñez: Cañas y barro, La Barraca
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