jueves, 15 de enero de 2015

MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98

MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
  
I. CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO

    “El problema de España”, que se hizo especialmente acuciante a finales del XIX, no se basó exclusivamente en un enfrentamiento entre liberales y conservadores, sino que en él intervinieron multitud de factores, entre los que se cuentan el atraso en la industrialización, el desarrollo urbano, la emigración de los campesinos, la tiranía de una burguesía oligárquica durante la Restauración y la incipiente organización del proletariado.  
    Este desequilibrio nacional se enmarca, además, en un proceso de transición desde una historia europeísta hacia un nuevo orden mundial, proceso que desembocará, finalmente, en la Primera Guerra Mundial. 1914 supone la ruptura definitiva con el siglo XIX: los valores que habían aportado seguridad al hombre europeo (el positivismo, el progreso, el pragmatismo, el materialismo, etc.) fracasan estrepitosamente. Se sufre, en consecuencia, el llamado “mal del siglo”: se extiende por la sociedad el convencimiento de que la realidad es incognoscible, de que existen hechos que escapan de la percepción sensorial, de que la razón no lo puede todo, de que Dios y la religión se difuminan como en una nebulosa… La población se ve sumergida en una sensación generalizada de pesimismo, de hastío vital, y, como es fácilmente deducible, este sentimiento de fracaso afectará de manera especial a una pequeña potencia insuficientemente desarrollada, como España, que se ve de pronto en el centro del conflicto mundial por su posesión de las colonias de Ultramar, territorios ambicionados por EEUU y que acabará por perder definitivamente en el “desastre” del 98.

    Desde esta perspectiva socio-histórica, el Modernismo y la Generación del 98 son dos caras de una misma moneda, ya que ambos movimientos estéticos reflejan la sensación de crisis finisecular, y entran a formar parte de un estilo de época que intenta romper con los valores y las formas de vida de una burguesía tradicional, que ha conducido a la sociedad al desastre. 


1. MODERNISMO: Se conoce como modernismo la corriente literaria que surgió en Hispanoamérica en torno a 1880, por obra de un grupo de escritores inconformistas que, con el poeta nicaragüense Rubén Darío a la cabeza, se rebelaron contra la literatura realista anterior, los gustos estéticos conservadores y el materialismo burgués del que hacían gala las clases dirigentes. Su rebeldía apuntaba a una voluntad de transformar las jóvenes repúblicas hispanoamericanas para acercarlas a las formas de vivir y pensar de los países más avanzados (Francia, en particular).
           Importantísima es la influencia de la literatura francesa, en concreto de:

a) Parnasianismo: toma su nombre de la publicación en 1866 de una antología de jóvenes poetas franceses con el título de "Parnasse contemporain". Los parnasianos defienden el ideal del "arte por el arte": frente al creciente utilitarismo, el arte y la belleza están por encima del bien y del mal y son el único consuelo de la vida. El Parnasianismo influye por su anhelo de perfección formal, por su afición al detalle y por el gusto por la mitología griega, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas...

b) Simbolismo: aparece, en sentido estricto, a mediados de los años 80. Los poetas franceses más destacados, dentro de esta corriente, son Stephane Mallarmé y Paul Verlaine.
   Para los simbolistas,  la poesía se convierte en un instrumento de conocimiento que intenta ascender a una realidad suprarracional. Lo inefable sólo puede evocarse a través del símbolo y el ritmo musical de los versos, como explica Valle-Inclán en La lámpara maravillosa”. La influencia de este movimiento se percib en el uso de  aliteraciones, adjetivos ornamentales, imágenes sugerentes, símbolos, atrevidas sinestesias, vocablos exóticos, cultismos, neologismos, profusión de palabras esdrújulas... El ansia de renovación y el deseo de musicalidad conducen a una gran variedad métrica. Por influencia de los simbolistas franceses, se emplean los alejandrinos y los versos libres; en su anhelo de novedades rítmicas, los modernistas imitan la métrica clásica, si bien no rechazan el uso de esquemas métricos tradicionales (sonetos, coplas, seguidillas,  romances, silvas, serventesios...).



2. GENERACIÓN DEL 98: A partir de 1913, fecha en la que Azorín utilizó el concepto de Generación del 98 para referirse a los nuevos escritores de esta época, se extendió la distinción entre los escritores que se refugiaban en el esteticismo como rechazo del mundo, para los que se reservó el marbete de modernistas, y aquellos que, como Unamuno, Baroja o el propio Azorín, mostraban una actitud crítica ante la realidad, defendían la necesidad de cambios y adoptaban un compromiso social y político explícito. Estos últimos constituirían la Generación del 98. En realidad, los escritores de ambos grupos mantuvieron una relación personal y literaria constante, sin hacer diferencias entre unos y otros.



II. RASGOS DE LA LITERATURA DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

   A principios del siglo XX, la concepción de la Literatura da un giro radical hacia una nueva sensibilidad artística, que defiende el arte por el arte y la renovación de una forma de escribir caduca, lo que no es sino un síntoma de ruptura definitiva con la sociedad decimonónica.

1. Renace el gusto romántico por épocas pretéritas y por países exóticos. En España, los escritores de fin de siglo defienden el mito de una Castilla antimercantil, austera y espiritual, en la que ven la esencia de España.

2. Hay una especie de complacencia en lo mortecino y ruinoso (decadentismo).

3. Se extiende una sensación general de hastío vital (spleen). Es característico en los textos de los jóvenes escritores el enfrentamiento entre intelectualismo y vitalismo, de forma que, siguiendo a Schopenhauer, se defiende que el pensamiento y la reflexión conducen al dolor. 

4. Es muy frecuente en la literatura modernista la aparición del erotismo, a veces conviviendo con el decadentismo y el malditismo.

5.  Los modernistas desean saltar por encima de las fronteras, son cosmopolitas y su meca es París.

6. La insatisfacción con el mundo es la causa de la angustia existencial que lleva a estos escritores a buscar lo trascendente más allá de las apariencias, búsqueda que se manifiesta en un espiritualismo exacerbado, en la identificación de Dios con la naturaleza (panteísmo), en el interés por los fenómenos inconscientes y en la afición por doctrinas esotéricas.

7. Ese anhelo de trascendencia conduce a una nueva Estética en la que se exalta la Belleza como el ideal supremo: el esteticismo es un culto casi religioso a la Belleza.



LA POESÍA ESPAÑOLA DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX. AUTORES Y OBRAS

1. RUBÉN DARÍO

    La obra de Rubén Darío (1867-1916) fue punto de referencia inexcusable de la lírica hispana contemporánea a ambos lados del Atlántico. Ya con su libro en prosa y verso Azul (1888) se ponen de manifiesto los pilares de una nueva estética, en la que se renuevan tanto la métrica como el vocabulario poético, se exaltan la Grecia clásica y el siglo XVIII, se prefieren ambientes exóticos, se advierte una acentuada preocupación por el ritmo y la musicalidad de los versos, etc. El rechazo a lo español es explícito y los modelos poéticos son los parnasianos franceses y otros poetas como Walt Whitman.
   Es en Prosas profanas (1896) cuando el Modernismo de Rubén Darío llega a su cenit. Un mundo brillante de belleza y colorido se encarna en nuevas combinaciones estróficas y en versos desconocidos en la tradición métrica hispánica (el alejandrino, el eneasílabo, el dodecasílabo...).
    La exuberancia formal se depura y atenúa en Cantos de vida y esperanza (1905), obra de madurez, que se sitúa ahora en la línea del Modernismo intimista, más meditativo y menos esplendoroso. Hay en ella un ahondamiento espiritual que refrena la exaltación vital del primer Modernismo y acentúa el tono nostálgico y hasta la amargura existencial que sólo esporádicamente se advertía en los libros anteriores. Junto a la poesía reflexiva y melancólica, aparece también en Cantos de vida y esperanza una poesía civil que reivindica los valores de la vieja comunidad hispana frente al imperialismo yanqui, percibido ahora como la verdadera amenaza para los pueblos americanos, una vez superado y extinguido el antiguo colonialismo hispano.



2.  MANUEL MACHADO
    En su poemario Alma, toma estrofas y elementos del folclore andaluz


 3. MIGUEL DE UNAMUNO
       En su primera novela, Paz en la guerra sigue el modelo realista (aparece el concepto de Intrahistoria). En 1902 aparece Amor y pedagogía, novela que rompe con las formas de narración tradicionales y se aproxima al género del ensayo.
    En las siguientes novelas, a las que llama “nivolas”, muestra su preocupación por España y la lucha entre la fe y la razón. Sus obras más destacadas son  La tía Tula, Niebla, San Manuel Bueno, mártir.
   En lírica, destacan los poemarios El cristo de Velázquez y Romancero del destierro, en los que demuestra ser un poeta culto, que huye de la sonoridad fácil, porque cree que el sentimiento poético ha de pasar por el filtro de la reflexión.

4.  PÍO BAROJA
    En su vasta producción pueden señalarse dos etapas, según las distingue él mismo en sus memorias: una, de 1900 a la guerra mundial; desde la guerra del 14 hasta ahora. A estas dos épocas cabría añadir una tercera, la correspondiente a los últimos veinte años de vida del autor.
  La primera etapa es la más importante literariamente. Aparecen en ellas obras muy significativas: "Camino de perfección", "La lucha por la vida" (trilogía compuesta por "La busca", "Mala hierba" y "Aurora roja"), "El árbol de la ciencia". Sus protagonistas se caracterizan por su inadaptación y su enfrentamiento con el mundo. En esta época escribe también novelas de acción y aventuras, que preludian sus novelas posteriores: "Zalacaín el aventurero", "Las inquietudes de Santi Andía".
    El proyecto más ambicioso de su seguna es el intento  de escribir novela histórica: un poco en la estela de los "Episodios Nacionales", redacta las 22 novelas que integran las "Memorias de un hombre de acción". 
   Después de la Guerra Civil, la capacidad creativa de Baroja decae, aunque esta es la época en que escribe sus memorias, su obra más importante de este período.
    Frente a la novela orgánica y cerrada del Realismo, Baroja propone una novela abierta y cambiante, cuyo rasgo fundamental debe ser su amenidad, lo que se refleja en rasgos como la acción ininterrumpida, los rápidos cambios de escenarios, la profusión de personajes, la concentración de escenas dialogadas.


5. JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN
   Se interesó desde muy joven por el krausismo y el anarquismo. Algunas de sus novelas son La voluntad, Confesiones de un pequeño filósofo. En su estilo, destaca la sintaxis breve, con  muchas descripciones.


6. RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN
     Son sus cuatro Sonatas, subtituladas Memorias del Marqués de Bradomín, las obras más importantes de su primera época: Sonata de otoño, Sonata de estío, Sonata de primavera, Sonata de invierno.  Estas novelas son modernistas por su sugerencia musical y simbolismo, pero también por la caracterización del personaje de Bradomín como un dandy aristocrático.
   En las tres novelas de La guerra carlista (Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de antaño) Valle-Inclán narra episodios de la última guerra de ese nombre acaecida en España en el siglo anterior. Técnicamente, estas novelas presentan rasgos que las alejan del molde de las novelas realistas: tendencia al fragmentarismo, estructura episódica, capítulos breves a veces temporalmente dislocados, atención preferente al lenguaje por encima de todo.
    Las fronteras entre narración y teatro se diluyen en su etapa de los Esperpentos: las grandes novelas de estos años (Tirano Banderas, El ruedo ibérico: La corte de los milagros, Viva mi dueño, Baza de espadas) están próximas a los esperpentos teatrales no sólo en estilo, lenguaje y configuración de personajes, sino también en la relevancia que adquiere el diálogo y en la subordinación a él de la narración y la descripción, reducidas en muchas ocasiones a acotaciones impresionistas próximas a las del modernos guion cinematográfico.


7. ANTONIO MACHADO (Lírica)
    En 1903 publica su primer poemario, “Soledades”: pretende captar en sus versos lo que él llama universales del sentimiento; es muy característico el empleo de símbolos, con los que trata de escudriñar el misterio de lo escondido (el camino, el espejo, el laberinto, la fuente, el mar, la tarde, el otoño, etc.). 
   En 1907 reedita “Soledades”  bajo el título de “Soledades. Galerías. Otros poemas”. Se acentúa la línea intimista, y se incorporan nuevos símbolos, como el de las galerías del alma, con el que Machado pretende sugerir el interior de la conciencia. Se percibe una sensación general de angustia por el fluir incontenible del tiempo y por la premonición de la muerte.
   En Campos de Castilla” (1912)  pasa a primer plano la realidad exterior. Aunque el poeta conserva el uso del símbolo, describe lugares reales que, muchas veces, se pueblan de personas o aluden a circunstancias históricas.   Un nuevo tipo de poesía hace también su aparición en este poemario: la poesía sentenciosa de tipo filosófico y moral que integra la serie “Proverbios y Cantares”.

   En “Nuevas Canciones” (1924) incluye un nuevo centenar de “Proverbios y Cantares”, en los cuales desgrana sus inquietudes filosóficas. Se vale para ello de una serie de escritores apócrifos a través de los que expone sus ideas (Abel Martín y Juan de Mairena son los más destacados).
     Entre los últimos textos poéticos de Machado, merecen destacarse las “Canciones a Guiomar” y los versos escritos durante la Guerra Civil, en los que muestra su compromiso cívico y político.


8. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
  concibe desde muy pronto su creación poética como parte de una obra total: la suya es una poesía en sucesión, una obra en marcha hacia la Belleza.

A. La poesía en verso

A.1. La época sensitiva.  Sus libros “Ninfeas” y “Almas de violeta” muestran un tono decadente y neorromántico; “Rimas”, además de la evidente huella de Bécquer, deja traslucir la influencia de los simbolistas franceses; “Arias tristes” y “Jardines lejanos” sitúan la poesía de su autor en la órbita del Simbolismo.
    Durante su estancia en Moguer, compone “Elejías”, “Las hojas verdes”, “Baladas de primavera”, “Pastorales”, “La soledad sonora”, “Poemas májicos y dolientes”…Estío” es ya un claro exponente del cambio: estamos ahora ante una poesía a la vez conceptual y formalmente sencilla, rasgos básicos de la segunda etapa del poeta.
                                            
A.2. La época intelectual. Se inicia con un libro capital de la lírica contemporánea “Diario de un poeta recién casado” (1917). Este poemario rompe con el Modernismo finisecular y abre la poesía española a las innovaciones vanguardistas: verso libre, poemas en prosa, enumeraciones caóticas, frases en inglés, uso del collage, etc. La paulatina desaparición de la anécdota conduce a una poesía pura o desnuda que busca la expresión de lo inefable casi a la manera de los viejos místicos.
    Eternidades”, “Piedra y cielo”, “Poesía” y “Belleza” prosiguen el proceso de intelectualización y abstracción. Los poemas son ahora breves y densos. “La estación total” recoge los poemas escritos por Juan Ramón Jiménez entre 1923 y 1936. La índole metafísica de sus versos es progresivamente mayor: resulta clave en ellos el concepto de conciencia, una conciencia que debe permitir al yo escapar de los límites espaciales y temporales que impone la muerte; la conciencia así ensanchada se asocia con la plenitud y la eternidad.

A.3. La etapa suficiente o verdadera. Comprende toda su producción en los años del exilio. “En el otro costado” aparece “Espacio”, un poema en prosa que recrea líricamente los conceptos esenciales del último Juan Ramón (la unidad profunda de todo lo existente, la visión panteísta de la realidad, la conciencia del poeta como Dios que da sentido al mundo). En “Dios deseado y deseante” se llega a la posesión de esa conciencia que se identifica con Dios, un Dios que nada tiene que ver con el cristiano, pues lo ha creado el poeta, fruto de su esfuerzo casi místico de depuración y perfección (la Belleza).

B. La poesía en prosa
                              
  Destaca “Platero y yo”, que se editó por vez primera en 1914, si bien su versión definitiva, muy ampliada, apareció en 1917. En este libro, con un estilo en el que abundan los rasgos modernistas, pero en el que se hace evidente el propósito de superación del Modernismo, el escritor muestra su anhelo de gozosa armonía con la Naturaleza.

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