MODERNISMO Y GENERACIÓN DEL 98
I. CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO
“El problema de España”, que se hizo especialmente
acuciante a finales del XIX, no se basó exclusivamente en un enfrentamiento
entre liberales y conservadores, sino que en él intervinieron multitud de
factores, entre los que se cuentan el atraso en la industrialización, el
desarrollo urbano, la emigración de los campesinos, la tiranía de una burguesía
oligárquica durante la Restauración y la incipiente organización del
proletariado.
Este desequilibrio nacional se enmarca,
además, en un proceso de transición desde una historia europeísta hacia un
nuevo orden mundial, proceso que desembocará, finalmente, en la Primera
Guerra Mundial. 1914 supone la ruptura definitiva con el
siglo XIX: los valores que habían aportado seguridad al hombre
europeo (el positivismo, el progreso, el pragmatismo, el materialismo, etc.)
fracasan estrepitosamente. Se sufre, en consecuencia, el llamado “mal del siglo”: se extiende
por la sociedad el convencimiento de que la realidad es incognoscible, de que
existen hechos que escapan de la percepción sensorial, de que la razón no lo
puede todo, de que Dios y la religión se difuminan como en una nebulosa… La
población se ve sumergida en una sensación generalizada de pesimismo, de hastío
vital, y, como es fácilmente deducible, este sentimiento de fracaso afectará de
manera especial a una pequeña potencia insuficientemente desarrollada, como
España, que se ve de pronto en el centro del conflicto mundial por su posesión
de las colonias de Ultramar, territorios ambicionados por EEUU y que acabará
por perder definitivamente en el “desastre” del 98.
Desde esta perspectiva socio-histórica, el
Modernismo y la Generación del 98 son
dos caras de una misma moneda, ya que ambos movimientos estéticos reflejan la
sensación de crisis finisecular, y entran a formar parte de un estilo de época
que intenta romper con los valores y las formas de vida de una burguesía
tradicional, que ha conducido a la sociedad al desastre.
1. MODERNISMO:
Se conoce como modernismo la corriente literaria que surgió en Hispanoamérica
en torno a 1880, por obra de un grupo de escritores inconformistas que, con el
poeta nicaragüense Rubén Darío a la cabeza, se rebelaron contra la literatura
realista anterior, los gustos estéticos conservadores y el materialismo burgués
del que hacían gala las clases dirigentes. Su rebeldía apuntaba a una voluntad
de transformar las jóvenes repúblicas hispanoamericanas para acercarlas a las
formas de vivir y pensar de los países más avanzados (Francia, en particular).
Importantísima es la influencia de
la literatura francesa, en
concreto de:
a)
Parnasianismo: toma
su nombre de la publicación en 1866 de una antología de jóvenes poetas
franceses con el título de "Parnasse contemporain".
Los parnasianos defienden el ideal del "arte por el arte": frente al
creciente utilitarismo, el arte y la belleza están por encima del bien y del
mal y son el único consuelo de la vida. El Parnasianismo influye por su anhelo
de perfección formal, por su afición al detalle y por el gusto por la mitología
griega, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas...
b) Simbolismo: aparece, en sentido estricto, a
mediados de los años 80. Los poetas franceses más destacados, dentro de
esta corriente, son Stephane
Mallarmé y Paul
Verlaine.
Para los simbolistas, la poesía
se convierte en un instrumento de conocimiento que intenta ascender a una
realidad suprarracional. Lo inefable sólo puede evocarse a través del símbolo y
el ritmo musical de los versos, como explica Valle-Inclán en “La lámpara
maravillosa”. La
influencia de este movimiento se percib en el uso de aliteraciones,
adjetivos ornamentales, imágenes sugerentes, símbolos, atrevidas sinestesias,
vocablos exóticos, cultismos, neologismos, profusión de palabras esdrújulas... El ansia de renovación y el deseo
de musicalidad conducen a una gran
variedad métrica.
Por influencia de los simbolistas franceses, se emplean los alejandrinos y
los versos libres; en su anhelo de novedades rítmicas, los modernistas
imitan la métrica clásica, si bien no rechazan el uso de esquemas
métricos tradicionales (sonetos, coplas, seguidillas, romances, silvas,
serventesios...).
2. GENERACIÓN
DEL 98: A partir de 1913, fecha en la que
Azorín utilizó el concepto de Generación del 98 para referirse a los nuevos
escritores de esta época, se extendió la distinción entre los escritores que se
refugiaban en el esteticismo como rechazo del mundo, para los que se reservó el
marbete de modernistas, y aquellos que, como Unamuno, Baroja o el propio
Azorín, mostraban una actitud crítica ante la realidad, defendían la necesidad
de cambios y adoptaban un compromiso social y político explícito. Estos últimos
constituirían la Generación del 98. En realidad, los escritores de ambos grupos
mantuvieron una relación personal y literaria constante, sin hacer diferencias
entre unos y otros.
II. RASGOS DE LA LITERATURA DE PRINCIPIOS DEL SIGLO
XX
A principios del siglo XX, la
concepción de la Literatura da un giro radical hacia una nueva
sensibilidad artística, que defiende el arte por el arte
y la renovación de una forma de escribir caduca, lo que no es sino un
síntoma de ruptura definitiva con la sociedad decimonónica.
1. Renace el
gusto romántico por épocas pretéritas y por países exóticos. En
España, los escritores de fin de siglo defienden el mito de una Castilla
antimercantil, austera y espiritual, en la que ven la esencia de España.
2.
Hay una especie de complacencia en lo mortecino y ruinoso (decadentismo).
3.
Se extiende una sensación general de hastío vital (spleen). Es característico en
los textos de los jóvenes escritores el enfrentamiento entre intelectualismo y
vitalismo, de forma que, siguiendo a Schopenhauer, se defiende que el
pensamiento y la reflexión conducen al dolor.
4.
Es muy frecuente en la literatura modernista la aparición del erotismo,
a veces conviviendo con el decadentismo y el malditismo.
5.
Los modernistas desean saltar por encima de las fronteras, son cosmopolitas y su meca es París.
6.
La insatisfacción con el mundo es la causa de la angustia
existencial que
lleva a estos escritores a buscar lo trascendente más allá de las apariencias,
búsqueda que se manifiesta en un espiritualismo exacerbado, en la
identificación de Dios con la naturaleza (panteísmo), en el interés por los fenómenos
inconscientes y en la afición por doctrinas esotéricas.
7.
Ese anhelo de trascendencia conduce a una nueva Estética en la que se exalta la
Belleza como el ideal supremo: el esteticismo es un culto casi religioso a la
Belleza.
LA POESÍA ESPAÑOLA DE PRINCIPIOS
DEL SIGLO XX. AUTORES Y OBRAS
1. RUBÉN DARÍO
La
obra de Rubén Darío (1867-1916) fue punto de referencia inexcusable de la
lírica hispana contemporánea a ambos lados del Atlántico. Ya con su libro en
prosa y verso Azul (1888) se
ponen de manifiesto los pilares de una nueva estética, en la que se renuevan
tanto la métrica como el vocabulario poético, se exaltan la Grecia clásica y el
siglo XVIII, se prefieren ambientes exóticos, se advierte una acentuada
preocupación por el ritmo y la musicalidad de los versos, etc. El rechazo a lo
español es explícito y los modelos poéticos son los parnasianos franceses y
otros poetas como Walt Whitman.
Es en Prosas
profanas (1896)
cuando el Modernismo de Rubén Darío llega a su cenit. Un mundo brillante de
belleza y colorido se encarna en nuevas combinaciones estróficas y en versos
desconocidos en la tradición métrica hispánica (el alejandrino, el eneasílabo,
el dodecasílabo...).
La exuberancia formal se depura y atenúa en
Cantos de vida y esperanza (1905), obra de madurez, que se sitúa
ahora en la línea del Modernismo intimista, más meditativo y menos
esplendoroso. Hay en ella un ahondamiento espiritual que refrena la exaltación
vital del primer Modernismo y acentúa el tono nostálgico y hasta la amargura
existencial que sólo esporádicamente se advertía en los libros anteriores.
Junto a la poesía reflexiva y melancólica, aparece también en Cantos de vida y esperanza una
poesía civil que reivindica los valores de la vieja comunidad hispana frente al
imperialismo yanqui, percibido ahora como la verdadera amenaza para los pueblos
americanos, una vez superado y extinguido el antiguo colonialismo hispano.
2. MANUEL
MACHADO
En su poemario Alma, toma estrofas y elementos del folclore andaluz
3. MIGUEL DE UNAMUNO
En
su primera novela, Paz en la guerra
sigue el modelo realista (aparece el concepto de Intrahistoria). En 1902
aparece Amor y pedagogía, novela que
rompe con las formas de narración tradicionales y se aproxima al género del
ensayo.
En las siguientes novelas, a las que llama
“nivolas”, muestra su preocupación por España y la lucha entre la fe y la razón.
Sus obras más destacadas son La tía Tula, Niebla, San Manuel Bueno, mártir.
En lírica, destacan los poemarios El cristo de Velázquez y Romancero del
destierro, en los que demuestra ser un poeta culto, que huye de la
sonoridad fácil, porque cree que el sentimiento poético ha de pasar por el
filtro de la reflexión.
4. PÍO BAROJA
En
su vasta producción pueden señalarse dos etapas, según las distingue él mismo
en sus memorias: una, de 1900 a la guerra mundial; desde la
guerra del 14 hasta ahora. A
estas dos épocas cabría añadir una tercera, la correspondiente a los últimos
veinte años de vida del autor.
La primera etapa es la más importante literariamente. Aparecen en ellas obras
muy significativas: "Camino de
perfección", "La lucha por la vida" (trilogía compuesta por "La
busca", "Mala hierba" y "Aurora roja"), "El árbol de la ciencia".
Sus protagonistas se caracterizan por su inadaptación y su enfrentamiento con
el mundo. En esta época escribe también novelas de acción y aventuras, que
preludian sus novelas posteriores: "Zalacaín el aventurero", "Las
inquietudes de Santi Andía".
El proyecto más ambicioso de su seguna es el
intento de escribir novela histórica: un
poco en la estela de los "Episodios
Nacionales", redacta las
22 novelas que integran las "Memorias de
un hombre de acción".
Después de la Guerra Civil, la capacidad creativa de Baroja decae, aunque esta
es la época en que escribe sus memorias, su obra más importante de este
período.
Frente a la novela orgánica y cerrada del Realismo, Baroja propone una novela
abierta y cambiante, cuyo rasgo fundamental debe ser su amenidad, lo que se refleja
en rasgos como la acción ininterrumpida, los rápidos cambios de escenarios, la
profusión de personajes, la concentración de escenas dialogadas.
5. JOSÉ MARTÍNEZ RUIZ, AZORÍN
Se interesó desde muy joven por el krausismo
y el anarquismo. Algunas de sus novelas son La
voluntad, Confesiones de un pequeño filósofo. En su estilo, destaca la
sintaxis breve, con muchas
descripciones.
6. RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN
Son sus cuatro Sonatas, subtituladas Memorias del
Marqués de Bradomín, las obras más importantes de su primera época: Sonata de
otoño, Sonata de estío, Sonata de primavera, Sonata de invierno. Estas novelas son modernistas
por su sugerencia musical y simbolismo, pero también por la caracterización del
personaje de Bradomín como un dandy aristocrático.
En las tres novelas de La guerra
carlista (Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera, Gerifaltes de
antaño) Valle-Inclán narra episodios de la última guerra de ese
nombre acaecida en España en el siglo anterior. Técnicamente, estas novelas
presentan rasgos que las alejan del molde de las novelas realistas: tendencia
al fragmentarismo, estructura episódica, capítulos breves a veces temporalmente
dislocados, atención preferente al lenguaje por encima de todo.
Las fronteras entre narración y teatro se
diluyen en su etapa de los Esperpentos: las grandes novelas de estos años (Tirano Banderas, El ruedo ibérico: La corte
de los milagros, Viva mi dueño, Baza de espadas) están próximas a
los esperpentos teatrales no sólo en estilo, lenguaje y configuración de
personajes, sino también en la relevancia que adquiere el diálogo y en la
subordinación a él de la narración y la descripción, reducidas en muchas
ocasiones a acotaciones impresionistas próximas a las del modernos guion
cinematográfico.
7. ANTONIO MACHADO (Lírica)
En 1903 publica su primer poemario, “Soledades”:
pretende captar en sus versos lo que él llama universales del sentimiento;
es muy característico el empleo de símbolos, con los que trata
de escudriñar el misterio de lo escondido (el camino, el espejo, el laberinto,
la fuente, el mar, la tarde, el otoño, etc.).
En 1907 reedita “Soledades”
bajo el título de “Soledades. Galerías. Otros poemas”. Se acentúa la línea intimista, y se
incorporan nuevos símbolos, como el de las galerías del alma, con el que
Machado pretende sugerir el interior de la conciencia. Se percibe una sensación
general de angustia por el fluir incontenible del tiempo y
por la premonición de la muerte.
En “Campos de Castilla” (1912) pasa a primer plano la
realidad exterior. Aunque el poeta conserva el uso del símbolo,
describe lugares reales que, muchas veces, se pueblan de personas o aluden a
circunstancias históricas. Un
nuevo tipo de poesía hace también su aparición en este poemario: la poesía sentenciosa de tipo filosófico y
moral que integra
la serie “Proverbios y Cantares”.
En
“Nuevas Canciones” (1924) incluye un nuevo centenar de “Proverbios y Cantares”, en los cuales desgrana sus
inquietudes filosóficas. Se vale para ello de una serie de escritores
apócrifos a
través de los que expone sus ideas (Abel Martín y Juan de Mairena son los más
destacados).
Entre los últimos textos poéticos de Machado, merecen destacarse las “Canciones
a Guiomar” y los versos
escritos durante la Guerra Civil, en los que muestra su
compromiso cívico y político.
8. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
concibe desde muy pronto su
creación poética como parte de una obra total: la suya es una poesía en sucesión, una obra en
marcha hacia la Belleza.
A. La poesía en verso
A.1. La época sensitiva. Sus libros “Ninfeas” y “Almas de violeta” muestran un tono decadente y
neorromántico; “Rimas”, además de la evidente huella de Bécquer, deja
traslucir la influencia de los simbolistas franceses; “Arias tristes” y “Jardines lejanos” sitúan la poesía de su autor en la
órbita del Simbolismo.
Durante su estancia en Moguer,
compone “Elejías”, “Las hojas verdes”, “Baladas de primavera”, “Pastorales”,
“La soledad sonora”, “Poemas májicos y dolientes”… “Estío” es ya un
claro exponente del cambio: estamos ahora ante una poesía a la vez conceptual y
formalmente sencilla, rasgos básicos de la segunda etapa del poeta.
A.2. La época intelectual. Se inicia con un
libro capital de la lírica contemporánea “Diario de un poeta recién casado” (1917). Este poemario rompe con el
Modernismo finisecular y abre la poesía española a las innovaciones
vanguardistas: verso libre, poemas en prosa, enumeraciones caóticas, frases en
inglés, uso del collage, etc. La paulatina desaparición de la anécdota conduce
a una poesía pura o desnuda que busca la expresión de lo inefable
casi a la manera de los viejos místicos.
“Eternidades”,
“Piedra y cielo”, “Poesía” y
“Belleza” prosiguen el
proceso de intelectualización y abstracción. Los poemas son ahora breves y
densos. “La estación total” recoge
los poemas escritos por Juan Ramón Jiménez entre 1923 y 1936. La índole
metafísica de sus versos es progresivamente mayor: resulta clave en ellos el
concepto de conciencia, una conciencia que debe permitir al yo escapar de los
límites espaciales y temporales que impone la muerte; la conciencia así
ensanchada se asocia con la plenitud y la eternidad.
A.3. La etapa suficiente o verdadera. Comprende toda su
producción en los años del exilio. “En el otro costado” aparece “Espacio”, un poema en prosa que recrea
líricamente los conceptos esenciales del último Juan Ramón (la unidad profunda
de todo lo existente, la visión panteísta de la realidad, la conciencia del
poeta como Dios que da sentido al mundo). En “Dios deseado y deseante” se llega a la posesión de esa
conciencia que se identifica con Dios, un Dios que nada tiene que ver con el
cristiano, pues lo ha creado el poeta, fruto de su esfuerzo casi místico de
depuración y perfección (la Belleza).
B. La poesía en prosa
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