miércoles, 25 de marzo de 2015

TEXTOS DE NOVELA DE POSGUERRA

1. "LA COLMENA" DE CAMILO JOSÉ CELA


La noche cae sobre Madrid; el narrador muestra la intimidad de las alcobas en contraste con el ambiente callejero de los noctámbulos, entre los que se cuenta Martín Marco, que vaga sin rumbo fijo y es interceptado por la policía. En este fragmento del capítulo IV se puede observar el ambiente de temor y sospecha propio de la época:
Martín está tembloroso como una vara verde.
–No llevo documentos, me los he dejado en casa. Yo soy escritor, yo me llamo Martín Marco.
A Martín le da la tos. Después se ríe.
–¡Je, je! Usted perdone, es que estoy algo acatarrado, eso es, algo acatarrado, ¡je, je!
A Martín le extraña que el policía no lo reconozca.
–Colaboro en la prensa del Movimiento (*), pueden ustedes preguntar en la vicesecretaría ahí en Génova. […]
El policía chupa de su cigarrillo.
–Ande, siga. Váyase a dormir, que hace frío.
–Gracias, gracias.
–No hay de qué. Oiga.
Martín creyó morir.
–Qué.
–Y que no se le quite la inspiración.
–Gracias, gracias. Adiós.
Martín aprieta el paso y no vuelve la cabeza, no se atreve. Lleva dentro del cuerpo un miedo espantoso que no se explica.

* el Movimiento: el Movimiento Nacional era el partido único.




2. "EL JARAMA" DE SÁNCHEZ FERLOSIO


-          Van cuatro en blanco y dos llevan la cruz. Al que le toque la cruz, ese se viste y sube arriba a buscar la comida ¿entendido?
-          De acuerdo.
 Mely y Alicia habían encendido los pitillos y Santos las miraba y decía riendo:
-          A mí esto de que fumen las mujeres me le quita todo el gusto al tabaco.
-          Pues ¡qué barbaridad!; todo lo queréis para vosotros solos. Ya bastantes ventajas son las que tenéis.
-          ¿Por ejemplo?
 Ya habían terminado de doblar los papelitos y Fernando gritaba hacia las chicas.
-          ¡ A ver, una mano inocente! ¡ A escape! ¡Una mano inocente para sacar las bolas!
 Se miraban las chicas unas a otras riéndose.
-          Aquí mano inocente no hay ninguna, ¿qué os habéis creído?
-          Pues a ver- preguntó Sebastián- ¿cuál es la más inocente de vosotras?
 Mely puso una cara maliciosa y dijo:
-          ¡Lucita! Lucita es la más inocente de todas.
-          Pues claro, Luci – insistían entre risas- ¡Que salga ella!
-          Anda, Lucita, te han calado – le decía Fernando-; te ha tocado sacar los papelitos. Sal para acá.
 Lucita preguntó:
-          ¿Y qué es lo que tengo que hacer?
 Se había puesto colorada.



LA NOVELA Y EL CUENTO HISPANOAMERICANOS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX


   A principios del siglo XX se percibe en la narrativa hispanoamericana la huella del Modernismo; la prosa modernista encuentra su vehículo de expresión predilecto en el cuento, probablemente por la proliferación de periódicos en América. El mismo Rubén Darío, además de las prosas poéticas incluidas en Azul, es autor de diversos libros en prosa y de valiosos cuentos de tema fantástico. La atracción por lo decadente y el gusto por un estilo preciosista se advierten en los relatos de numerosos escritores hispanoamericanos: los más conocidos actualmente son  Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga.   

  La literatura hispanoamericana comienza a adquirir un acento propio, independiente de la literatura española. Estas son las tendencias más destacadas en los géneros narrativos de la novela y el cuento   

LA NOVELA DE LA TIERRA

   La búsqueda de la identidad nacional en los países americanos independizados de la metrópoli a lo largo del siglo XIX lleva a buscar las esencias de lo americano en el folclore y las costumbres tradicionales. Esta tendencia se acentúa cuando el Modernismo entra en decadencia y da lugar a un tipo de relatos que se detienen en las peculiaridades de las distintas regiones americanas (por eso se habla también, en relación con estas obras, de novela regionalista). El tema común suele ser el intento del hombre de dominar la todopoderosa naturaleza americana, lucha que alcanza en ocasiones proporciones de epopeya. 
  Destacan, dentro de esta corriente, el venezolano Rómulo Gallegos y su obra Doña Bárbara (1929); el colombiano José Eustasio Rivera y su novela La vorágine (1924), situada en una Amazonia implacable que destruye a los seres humanos; y el argentino Ricardo Güiraldes, cuya obra Don Segundo Sombra (1926) es modelo de la literatura gauchesca en prosa, como lo fue en poesía Martín Fierro.

  La novela indigenista, por su parte, es un tipo de novela social, reivindicativa, que plantea la problemática de la marginación y explotación del indio americano. Principales obras: Raza de bronce (1919) del boliviano Alcides Arguedas, Huasipungo (1934) del ecuatoriano Jorge Icaza y El mundo es ancho y ajeno (1941) del peruano Ciro Alegría.

SUPERACIÓN DEL REALISMO: “EL REALISMO MÁGICO”.

  A partir de 1940 la narrativa hispanoamericana se enriquece de forma inusitada. Los múltiples caminos seguidos revelan la asimilación de los procedimientos técnicos de los grandes novelistas europeos y norteamericanos, así como de las audacias estéticas que habían supuesto las vanguardias y, en particular, el Surrealismo. Este profundo cambio en la narrativa coincide con una época de transformaciones profundas en la vida social de los países americanos, con un espectacular crecimiento de las grandes ciudades y una realidad que cada vez está más lejos del mundo rural poscolonial del siglo XIX.
   La novela hispanoamericana de la segunda mitad de siglo muestra como característica más llamativa la ruptura con el realismo tradicional, ruptura que se manifiesta  en la aparición de elementos míticos, legendarios, mágicos, fantásticos, etc. Pero las narraciones siguen manteniendo una trama verosímil. Por eso, se han utilizado para denominar estos relatos expresiones que unen términos contradictorios: realismo mágico o, como prefiere Alejo Carpentier, lo real maravilloso.  Según el novelista cubano, la realidad americana, muy diferente de la europea, tanto en su diversa y majestuosa naturaleza, como en  la vida y costumbres de los pueblos indios o de los negros de origen africano, muestra perspectivas e ingredientes difícilmente racionalizables para una mentalidad occidental.
           
Autores y obras de este periodo:

Miguel Ángel Asturias (1899-1974), guatemalteco y premio Nobel en 1967. Su obra maestra, El señor Presidente (1946), es una novela de dictador en la línea de Tirano Banderas de Valle Inclán y una denuncia política de la arbitraria utilización del poder. Otra novela suya, Hombres de maíz (1949), trata el mundo indígena de forma mítica y poética.

Alejo Carpentier (1904-1980), cubano, es uno de los máximos maestros de la prosa castellana por la riqueza y perfección de su estilo. Cultiva en muchas obras el realismo mágico (que él llama lo real maravilloso), junto a complejas estructuras narrativas. De su producción podemos destacar El reino de este mundo (1949), que describe las sublevaciones negras en Haití; Los pasos perdidos (1953), alucinante viaje de un musicólogo al corazón de la selva en busca de la autenticidad de lo primitivo. Y, por último, El siglo de las luces (1962), que recrea la Revolución francesa en Las Antillas, mezclando historia y ficción junto con una compleja reflexión sobre la revolución y el poder.

Jorge Luis Borges (1899-1986), argentino, cuyas narraciones renuevan el tratamiento del cuento en lengua española con libros como Historia universal de la infamia (1935), Ficciones  (1944) o El Aleph (1949), en los que propone indagar en abstracciones como la unidad y la pluralidad del hombre, el eterno retorno y el tiempo, la eternidad, el enfrentamiento entre el interior del hombre y la realidad exterior, etc.

Juan Rulfo (1918-1986), mejicano y uno de los narradores que, pese a su corta producción, más ha influido en las siguientes generaciones. Los cuentos reunidos en El llano en llamas (1953) y la novela corta Pedro Páramo (1955) son suficientes para dar una visión irrepetible del mundo. Rulfo pasa de lo real a lo fantástico de un modo magistral y poético, al presentar una historia que es, al mismo tiempo, una denuncia de la injusticia y una intensa expresión del mito, la magia, y de la fusión del pasado y el presente, del mundo de los muertos y de los vivos, de la realidad y de la alucinación.

EL “BOOM ” HISPANOAMERICANO.

  Durante los años 60 se produce la difusión internacional de la narrativa de este continente. Se habló, por ello, del “boom” de la narrativa hispanoamericana. El creciente interés por los textos de estos escritores se ha explicado por la presencia en Europa de bastantes de ellos, en exilio voluntario o forzoso, lo que les permitió tener más fácil el acceso al potente mundo editorial europeo.
  De modo general, se puede decir que los nuevos novelistas han asimilado las innovaciones técnicas que se habían producido en la novela universal a lo largo del siglo XX (Proust, Joyce, Kafka o Faulkner). Y, por supuesto, son deudores directos de la tradición narrativa hispanoamericana anterior, por lo que las obras de algunos de ellos han sido consideradas la culminación del realismo mágico.

Autores y obras:

Julio Cortázar (1914-1984), argentino. Considerado, junto a Borges, como el renovador del cuento, se inclina por el relato fantástico partiendo de anécdotas insólitas dentro de la vida cotidiana, como en Final de juego (1956), Las armas secretas (1959) o Historias de Cronopios y de Famas (1962). Rayuela (1962) es una novela compleja, de capítulos intercambiables y varios niveles de lectura, un texto lleno de audacias experimentales que intenta expresar el desasosiego frente a los interrogantes de la existencia.

Juan Carlos Onetti (1909-1999), uruguayo, presenta un mundo subjetivo, lleno de obsesiones y de personajes atormentados. Sus dos obras maestras, El astillero (1961) y Juntacadáveres (1964), ofrecen un universo cerrado y asfixiante de absurdo existencial, con numerosos puntos de vista narrativos.

Carlos Fuentes (1928), mejicano, tal vez el más experimentalista de todos (junto con Cortázar), emplea un sistemático entrecruzamiento de planos temporales, sin olvidar los problemas sociales de su país, en La muerte de Artemio Cruz (1962) o Cambio de piel (1966).

Mario Vargas Llosa (1936), peruano, alterna la novela de técnicas renovadoras con las de carácter más tradicional. Entre las primeras, destacan La ciudad y los perros (1962), narración de denuncia antimilitarista, y en cierto modo, testimonial de su estencia como interno en un colegio militar, y La casa verde (1966). Entre las segundas, su obra maestra, Conversación en la catedral (1969), novela política en la que, mediante el diálogo de dos personas que repasan sus recuerdos, se analiza la situación social y las maniobras del poder.

Gabriel García Márquez (1928), colombiano, premio Nobel en 1982, es mundialmente famoso por Cien  años de soledad (1967), donde el “realismo mágico” llega a su plena madurez: cuenta la historia de la familia Buendía en un lugar mítico, Macondo, fundiendo la realidad con el mito y la fantasía; García Márquez construye una alegoría de la historia de Hispanoamérica y del mundo desde la creación y el caos hasta la nada, con el trasfondo de la soledad y el aislamiento, y tomando como referencia la estructura de los mitos bíblicos. Otras importantes novelas suyas son: El coronel no tiene quien le escriba (1958), Crónica de una muerte anunciada (1981) y El amor en los tiempos del cólera (1985).

ÚLTIMAS TENDENCIAS.

  La narrativa hispanoamericana posterior al “boom” se caracteriza, como en el resto de Occidente, por la variedad de tendencias. Decrece la opción experimentalista, tanto en los autores nuevos como en los del “boom” que  siguen en activo, y se eligen discursos narrativos más sencillos, ya sea para dar una visión de la realidad social y política, para revisar el pasado, para narrar historias más íntimas y personales o para presentar otras perspectivas de la realidad, en las que con frecuencia no falta el humor.


 Autores: Antonio Skármeta, Álvaro Mutis, Roberto Bolaño, Isabel Allende, Reinaldo Arenas y Sergio Pitol.

martes, 24 de marzo de 2015

LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1974

CONTEXTO HISTÓRICO

    La literatura después de la Guerra Civil atraviesa por diferentes etapas que se vinculan a los distintos acontecimientos y circunstancias históricas.  España vive bajo la dictadura del general Franco y esto tiene las siguientes consecuencias para el país: el aislamiento internacional, la represión política de los vencidos y una férrea censura.
   El aislamiento internacional fue mitigándose a lo largo de los años posteriores y, durante la década de los años 50, se inicia una tímida apertura hacia el exterior; asimismo, empieza a despuntar el desarrollo económico que mejorará las condiciones de vida de la población, a pesar de que implica sacrificios (emigración, control de los movimientos obreros…). Se trata de un desarrollo económico que no conlleva cambios políticos en el país.
  Con el fallecimiento del dictador, el Régimen se derrumbó y empezó un período de transición pacífica, con la reinstauración de la monarquía en la figura del rey Juan Carlos I; el proceso culmina con la implantación de un sistema democrático, la celebración de elecciones libres y la aprobación de la Constitución de 1978.
  A pesar de que la transición fue pacífica no desaparecieron problemas como el terrorismo, el golpismo y la corrupción.

1. LA NOVELA EN LOS AÑOS 40: LA NOVELA EXISTENCIAL

    El ambiente de vacío y desorientación cultural propio de los años 40 es muy acusado en el campo de la novela. Se ha roto con la tradición inmediata: quedan prohibidas las novelas con contenido social o fuera de la ortodoxia católica, así como las obras de los exiliados. Es una época de búsqueda.

1.1.  La novela en el exilio
    En el exilio publican sus novelas Max Aub, Rosa Chacel (Memorias de Leticia Valle) y Ramón J. Sender (Réquiem por un campesino español, Crónica del alba)

1.2.  La novela en España

   Existen dos tendencias básicas:

a) Algunos autores, pertenecientes al bando vencedor y que ya habían publicado antes de la guerra, gozaban del favor del régimen y hubieran podido servir de puente entre ambas etapas (así, los falangistas Rafael García Serrano y Rafael Sánchez Mazas), pero sus aportaciones fueron escasas o no tuvieron eco. Otros, como Darío Fernández Flórez, alcanzarían cierta resonancia dentro de un realismo tradicional.

b) Dos fechas suelen señalarse como indicios del arranque del género de la novela existencial: 1942, con La familia de Pascual Duarte, de Cela, y 1944, con Nada, de Carmen Laforet. Estos dos novelistas reflejan de forma cruda y amarga la vida cotidiana de posguerra (sus obras han sido incluidas dentro de la corriente del tremendismo), pero sin llegar a la denuncia social, cosa que la férrea censura hace imposible. Sus grandes temas serán la soledad, la inadaptación, la muerte…
  
Autores y obras: Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada. Gonzalo Torrente Ballester, con Los gozos y las sombras.

           
2. LA NOVELA EN LOS AÑOS 50: EL REALISMO SOCIAL (1950-1962)

   La colmena (1951) de Camilo José Cela, obra de protagonista colectivo, ambientada en un Madrid de posguerra sumido en la miseria económica y moral, ha sido señalada como precursora de la nueva corriente.

  Esta corriente del realismo social continúa adoptando un compromiso ético, un testimonio crítico y una denuncia social, pero avanza en las innovaciones formales, pues muchos novelistas recurren a las técnicas del cine y de la novela norteamericana o neorrealista italiana, coetáneas suyas.

   Dentro de la novela social es habitual distinguir dos corrientes distintas:

a) El objetivismo: destaca la utilización de un narrador oculto, como una cámara cinematográfica, que se limita a presentar los hechos y dejar actuar a los personajes con diálogos constantes. La obra cumbre de esta corriente es El Jarama (1956), de Rafael Sánchez Ferlosio, en la que se refleja la falta de ilusión y de sentido en la vida de unos jóvenes madrileños de clase trabajadora que pasan un domingo en un merendero del río.

b) Realismo crítico: otra corriente, dentro de la novela social, sería el realismo crítico, que no se limita a reflejar objetivamente la realidad, sino que pone de relieve las miserias e injusticias con ánimo de denuncia. Una obra muy representativa de esta tendencia sería La mina, de Armando López Salinas.

Autores y obras:

1. Jesús Fernández Santos (1926-1987) inaugura, según la crítica, el realismo social con su novela Los bravos (1954), en la que muestra la miseria de la posguerra en un pequeño pueblo controlado por un cacique.

2. Ignacio Aldecoa (1925-1969) fue también un gran escritor de cuentos. Destaca por su compromiso ético, la verosimilitud de sus historias y la precisión y belleza de su prosa. En sus obras narra el dramatismo y la tensión del hombre en su lucha con la vida, el destino o el trabajo. Obras: El fulgor y la sangre (1954), Con el viento solano (1956); y Gran sol (1957).

3. Carmen Martín Gaite (1925-2000) muestra en Entre visillos (1958) la opresión de las mujeres bajo la losa de las estrictas convenciones sociales de la época.

4. Juan Goytisolo (1931) denuncia en varias de sus novelas de esta época la absurda vida desocupada y abúlica de la juventud burguesa. Obras: Juegos de manos (1954),  Duelo en el paraíso (1955); y La isla (1961).

5. Ana María Matute (1926) escribe en esta época Fiesta al noroeste (1953), Pequeño teatro (1954); y Primera memoria (1960).

3. LA NOVELA DEL EXPERIMENTALISMO (1962-1975)

     En 1962 se publica Tiempo de Silencio de Luis Martín Santos, novela que ejerció una profunda influencia en los novelistas españoles de la época; ese mismo año aparece La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa, con la que se inicia el llamado “boom” de la narrativa hispanoamericana, que deja una honda huella en algunos de los autores que pretendían renovar la novela española; a esos propósitos renovadores contribuyó también la lectura de los grandes novelistas del siglo XX (Proust, Joyce, Kafka, Faulkner, Nouveau roman…)

  El nuevo camino emprendido en la novela española de los años 60 se debe, más que a cambios temáticos o de actitud, a la utilización de nuevas técnicas y estructuras narrativas; se mantiene el compromiso social y la actitud testimonial, pero se sustituyen las sencillas técnicas realistas por otras más complejas, propias de la llamada novela experimental:

- La trama narrativa pierde importancia, el argumento se difumina, la acción es mínima y se mezclan sucesos verosímiles con otros imaginarios.

El personaje protagonista pasa a ser el centro de la novela: se trata en muchas ocasiones de un ser borroso e incompleto, mero sostén de un largo monólogo interior o simple voz narrativa que orienta el punto de vista del relato. La libertad y la experimentación se manifiestan en el flexible empleo de las personas narrativas y en el  fluctuante punto de vista que adoptan los relatos.

El espacio tiende a reducirse o a desaparecer.

- Se evita el relato cronológicamente lineal; la temporalidad se fragmenta al mezclar los saltos atrás en el tiempo y las narraciones prospectivas, con lo que se convierte el desorden cronológico en uno de los principios rectores de la narración.

- La estructura de las novelas está a veces pensada para crear la sensación de laberinto textual por el que el lector ha de transitar; el final suele quedar abierto.

- El lenguaje se complica mediante todo tipo de procedimientos (léxico rebuscado, rupturas sintácticas, oraciones largas y complejas, lenguaje coloquial y vulgar…)

- Se suprimen, en ocasiones, los signos de puntuación o la división de la novela en capítulos, se usan distintos tipos de letra, aparecen páginas en blanco, se incluyen dibujos o caligramas; estos narradores utilizan técnicas novedosas como el contrapunto o la estructura caleidoscópica, las corrientes de consciencia, incorporación de textos no literarios, etc.


  1. Juan Marsé, con Últimas tardes con Teresa (1966).
  2. Juan Goytisolo, con Señas de identidad (1966)
  3.  Miguel Delibes, con Cinco horas con Mario (1967)
  4.  Juan Benet, con Volverás a Región (1967).
  5.  Camilo José Cela, con San Camilo 1936 (1969).
  6.  Carmen Martín Gaite, con  Retahílas (1974).
  7. Torrente Ballester, con La saga/fuga de J.B., (1972).

ANTOLOGÍA DE POESÍA DE POSGUERRA

Ángel González

Me basta así
Si yo fuera Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando  —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
            Oigo
constelaciones: existes.
                               Creo en ti.
   Eres.
Me basta.


José Agustín Goytisolo
Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


Jaime Gil de Biedma
No volveré a ser joven

  Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
—como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.
Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
—envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra.


Claudio Rodríguez
  Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.


José Ángel Valente
       xxxvi
 (El blanco)

El arco armado y tenso une dos puntos del círculo a su centro.

El hemisferio del arquero en posición de tiro es la mitad visible de la esfera completa que la flecha aún inmóvil ya ha engendrado.

 
Pere Gimferrer
Oda a Venecia ante el mar de los teatros
Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
García Lorca
Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con qué trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales. […]

 

Leopoldo María Panero
Blancanieves se despide  de los siete enanos
   Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.



Luis García Montero

Me persiguen
los teléfonos rotos de Granada,
cuando voy a buscarte
y las calles enteras están comunicando.
Sumergido en tu voz de caracola
me gustaría el mar desde una boca
prendida con la mía,
saber que está tranquilo de distancia,
mientras pasan, respiran,
se repliegan
a su instinto de ausencia
los jardines.
En ellos nada existe
desde que te secuestran los veranos.
Sólo yo los habito
por descubrir el rostro
de los enamorados que se besan,
con mis ojos en paro,
mi corazón sin tráfico,
el insomnio que guardan las ciudades de agosto,
y ambulancias secretas como pájaros.

LA POESÍA ESPAÑOLA DESDE 1939 HASTA FINALES DEL SIGLO XX

CONTEXTO HISTÓRICO

    La literatura después de la Guerra Civil atraviesa por diferentes etapas que se vinculan a los distintos acontecimientos y circunstancias históricas.  España vive bajo la dictadura del general Franco y esto tiene las siguientes consecuencias para el país: el aislamiento internacional, la represión política de los vencidos y una férrea censura.
   El aislamiento internacional fue mitigándose a lo largo de los años posteriores y, durante la década de los años 50, se inicia una tímida apertura hacia el exterior; asimismo, empieza a despuntar el desarrollo económico que mejorará las condiciones de vida de la población, a pesar de que implica sacrificios (emigración, control de los movimientos obreros…). Se trata de un desarrollo económico que no conlleva cambios políticos en el país.
  Con el fallecimiento del dictador, el Régimen se derrumbó y empezó un período de transición pacífica, con la reinstauración de la monarquía en la figura del rey Juan Carlos I; el proceso culmina con la implantación de un sistema democrático, la celebración de elecciones libres y la aprobación de la Constitución de 1978.
  A pesar de que la transición fue pacífica no desaparecieron problemas como el terrorismo, el golpismo y la corrupción.


1. LA POESÍA EN LOS AÑOS 40

    Se divide en tres tendencias:

1.1.  Poesía en el exilio

       Esta poesía tiene como común denominador la añoranza de España. Uno de los poetas que sobresale es León Felipe.

1.2. Poesía arraigada
    
   Cultivada por autores de la llamada Generación del 36, cuyo punto de unión es haber tomado parte en la contienda. Salvo excepciones (Miguel Hernández y Gabriel Celaya), pertenecen al bando vencedor y son complacientes con la dictadura. Su poesía adopta una forma clasicista (sonetos al estilo de Garcilaso) y dos tonos diferentes:

a)       Uno heroico para ensalzar el momento presente, relacionándolo con el pasado imperial español.
b)       Otro intimista para ensalzar la belleza de la tierra, el amor dentro de la familia o el sentimiento religioso.
  
     Sus órganos de difusión son las revistas Escorial, Juventud o Garcilaso; sus principales representantes, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo, y José García Nieto


1.3. Poesía desarraigada

    En 1944 se producen dos importantes hitos poéticos:

a)  Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso publican, respectivamente, Sombra del paraíso e Hijos de la ira.

b)   En León aparece el primer número de la revista Espadaña. Otras publicaciones destacadas son Corcel, en Valencia, o Proel, en Santander.

   Los poetas “desarraigados” intentan reflejar la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y dolor. Se trata de una poesía existencialista y realista, que evolucionará muy pronto hacia la poesía social. El lenguaje utilizado es abrupto, casi violento, cercano al grito.

   Autores: Victoriano Crémer, Eugenio de Nora, José Hierro, Carlos Bousoño, Gabriel Celaya, y Blas de Otero.
                                               
    Un interesante grupo de poetas de la España de posguerra es el que se configura en torno a la revista cordobesa Cántico, fundada en 1947 (Pablo García Baena, Ricardo Molina, Juan Bernier). Dentro del llamado postismo vanguardista destacan Carlos Edmundo de Ory y Juan Eduardo Cirlot. 


2.       POESÍA EN LOS AÑOS 50: POESÍA SOCIAL

      Los escritores salen de su angustia interior y dan testimonio de lo que ocurre en la calle; con su protesta pretenden transformar la sociedad y tienen fe en que la literatura como motor de ese cambio. Palabras como compromiso y solidaridad son las que mejor expresan el sentir de estos poetas, porque buscan compartir sus versos con los demás, con el pueblo, y que su obra no sea suya, sino de todos. Esta actitud les conduce a expresar sus mensajes con un lenguaje tan transparente que llega incluso, en el caso de Gabriel Celaya, a un prosaísmo extremo. Para ellos la poesía ha de ser una actividad tan social y tan necesaria como el trabajo o la justicia y otorgan a la palabra tanto valor como el aire que se respira: “Poesía necesaria como el aire que exigimos trece veces por minuto”

    Dentro de esta corriente, destacaremos a tres poetas: Gabriel Celaya, Blas de Otero y José Hierro.

a) Gabriel Celaya. Su obra más conocida se desarrolla a partir de 1947. Obras: Tranquilamente hablando (1947) y Las cosas como son (1949); ambas de su etapa existencialista. De su etapa social destacaremos: Las cartas boca arriba (1951) y Cantos iberos (1955).

b) Blas de Otero: Es el gran poeta de la posguerra. Fue censurado y prohibido en repetidas ocasiones. Su obra, que tiene tres etapas, es una buena muestra de la evolución de la poesía española de la segunda mitad de siglo.

b.1. Primera etapa. Existencialista. De tono desgarrado, se centra en la búsqueda angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia. Obras: Ángel fieramente humano (1949) y Redoble de conciencia (1951) englobados más tarde en el libro Ancia.

b.2. Segunda etapa: Poesía social. Adopta una actitud de compromiso y solidaridad con los problemas colectivos de España. Obras: Pido la paz y la palabra (1955), En castellano (1959) y Que trata de España (1964).

b.3. Tercera etapa: supone un cambio formal importante, casi cercano al experimentalismo. A esta época pertenece Hojas de Madrid (1968-1979).

c) José Hierro: Se integra en la poesía social con Quinta del 42 (1952) y Cuanto sé de mí (1959).
    

3. LA POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 50

    Se ha dado el discutido nombre de Generación del 50 o Generación de medio siglo al grupo de poetas que comienza a publicar en la década de 1959. Algo más jóvenes que los poetas sociales, comparten con ellos la visión crítica de la realidad y una similar atención a los problemas de la colectividad. Una de las características fundamentales de estos poetas es su preocupación por los problemas del ser humano. Ahora bien, en ningún momento hacen de ello bandera o proclama abierta, sino que lo preservan en su esfera personal. En la poética de estos autores pierde peso el concepto de la poesía como comunicación, acuñado por Vicente Aleixandre, y pasa a hablarse de la poesía como experiencia o como conocimiento.

   Se advierte en la mayoría una consciente voluntad de estilo y un mayor esmero en el cuidado del lenguaje: el deseo de naturalidad tiene su reflejo en la inclinación hacia lo narrativo y en el empleo de una lengua coloquial. También es muy relevante su apertura a muy diversas influencias (Ezra Pound, T.S. Eliot, Cavafis), lo que da en ocasiones un sesgo culturalista a sus textos.

-          Ángel González:  Tratado de urbanismo (1967).
-          José Ángel Valente, Poemas a Lázaro (1960)
-          Jaime Gil de Biedma, Compañeros de viaje (1959)
-          Claudio Rodríguez, Don de la ebriedad (1953)


4. LA GENERACIÓN DE LOS “NOVÍSIMOS”

     Dos fechas marcan esta etapa:

a) 1966, año de publicación de Arde el mar, de Pere Gimferrer.

b) 1970, año en que José María Castellet publica Nueve novísimos poetas españoles, antología que da nombre a la generación.

    Los novísimos son presentados como un movimiento portador de un nuevo lenguaje poético que retoma el experimentalismo formal. Estos poetas ya no piensan que la poesía pueda cambiar la realidad, así que se alejan del compromiso político, del testimonio, y regresan a la audacia vanguardista (escritura automática, collage, verso libre amplio) o al barroquismo expresivo.
  La rica formación literaria de estos escritores (muchos de ellos han estudiado Filología) contribuye al sesgo culturalista de sus poemas, que rayan bastantes veces con el exhibicionismo cultural (admiran a Eliot, Pound, Cavafis, Yeats, Sade, Lautréamont, Rimbaud, Octavio Paz, Lezama Lima…). El gusto por lo decadente, exquisito o estilizado les conduce a enmarcar sus versos en ambientes refinados, escenarios italianos o ciudades como Venecia; por otro lado, son también frecuentes los motivos de la sociedad de consumo (topónimos anglosajones, cine, deporte, cómics, música…).                        

-          Pere Gimferrer, La muerte en Beverly Hills (1968).
-          Guillermo Carnero,  Dibujo de la muerte (1967)
-          Antonio Colinas, Sepulcro en Tarquinia (1975).
-          Manuel Vázquez Montalbán, Una educación sentimental (1967).
-          Leopoldo María Panero,  Así se fundó Carnaby Street (1970).

5.- LA POESÍA ÚLTIMA

    La poesía posterior a 1975, más realista en casi todos los casos,  presenta diversas tendencias.
    Es imposible hablar de todos los autores. La crítica ha hecho un intento por establecer corrientes dominantes para poder estudiar esta poesía; así podemos destacar:

a) Neopurismo: enlaza con Góngora y Mallarmé a través de la lectura de la Generación del 27. Representantes: Andrés Sánchez Robayna con Sobre una piedra extrema (1995). Justo Navarro, con Un aviador prevé su muerte (Premio de la Crítica 1987).

b) Poesía de la experiencia: es la corriente que más cultivadores tiene. Se caracteriza por la historicidad, por el componente biográfico y por estar abierta a los demás. Representantes: Luis García Montero, con Habitaciones separadas (1994, Premio Nacional de Poesía en 1995), entre otros títulos. Felipe Benítez Reyes,  con La mala compañía (1989).

c) Impresionismo posnovísimo: variante del culturalismo, destaca por su aire nostálgico. Representante: Andrés Trapiello,  con La vida fácil (1985).


  Se ha hablado también desde la crítica de poesía femenina, término quizá discutible. Podríamos citar aquí a Blanca Andreu, con De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagal (1981); Ana Rosetti, con Indicios Vehementes (1985); Amalia Iglesias, con Un lugar para el fuego (1985) y  Luisa Castro, con Los versos del eunuco (1986).